La memoria de Israel Rosenfield
El hombre con buena memoria no
recuerda nada porque no olvida nada.
—Samuel Beckett, en Proust (1931)
La imaginación y la memoria son la
misa cosa, que por diversas
consideraciones tiene nombres distintos.
—Thomas Hobbes, Leviathan (1651)
Me daba cuenta de que lo que la
sensación de las losas desiguales,
la rigidez de la servilleta, el sabor
de la magdalena despertaron en mí
no tenía ninguna relación con lo que
yo procuraba muchas veces recordar de
Venecia, de Balbec, de Combray, con
ayuda de una memora uniforme…
—Marcel Proust, El tiempo recobrado
En ningún momento como el de ahora se habían tendido tantos puentes entre la neuorofisiología y la literatura, tal vez porque no se habían difundido tanto los estudios de Gerald Edelman, Israel Rosenfield y Oliver Sacks. Pero lo cierto es que si hoy en día se empalman los descubrimientos de los neurólogos con las percepciones de Marcel Proust y Primo Levi, en lo que toca a la forma en que opera la memoria, es porque la neurobiología y la literatura tienen algo en común: la pregunta sobre el modo en que reaccionan los cinco sentidos (el gusto, el olfato, la vista, el tacto y el oído). Narradores y científicos coinciden en que la memoria (fragmentada, incompleta, intermitente) no se presenta ni sucesiva ni cronológicamente sino en ráfagas como las de los sueños, en un no tiempo, y siempre dentro de un contexto emocional. A partir del miedo, el coraje, la ternura, la envidia, los celos, el pánico, el placer, la ansiedad.
En La invención de la memoria, un libro de 1988, Israel Rosenfield sostiene que la memoria no es un almacén ni un archivo. No hay ningún lugar en el cerebro en el que gire un disco duro o se reproduzca una cinta magnetofónica. No es un sistema alámbrico o inalámbrico ni radiofónico. Al cerebro hay que tratar de comprenderlo en términos biológicos y no mediante analogías con la electrónica o la cibernética.
La memoria no reproduce: inventa. Recategoriza. Reclasifica. La memoria no es la repetición exacta de una imagen en el cerebro, sino una recategorización en el insondable cosmos de la bioquímica y el metabolismo cerebrales. Cada persona es única; sus percepciones son creaciones, y su memoria es parte de un continuo proceso de la imaginación. Recordar es organizar en categorías el mundo que nos rodea. Es una reconstrucción imaginativa de manera nueva y sorprendente donde se confunden los diferentes sistemas de percepción sensorial (el gusto y la vista, el olfato y el oído, el oído, en ese orden y en otros).
recuerda nada porque no olvida nada.
—Samuel Beckett, en Proust (1931)
La imaginación y la memoria son la
misa cosa, que por diversas
consideraciones tiene nombres distintos.
—Thomas Hobbes, Leviathan (1651)
Me daba cuenta de que lo que la
sensación de las losas desiguales,
la rigidez de la servilleta, el sabor
de la magdalena despertaron en mí
no tenía ninguna relación con lo que
yo procuraba muchas veces recordar de
Venecia, de Balbec, de Combray, con
ayuda de una memora uniforme…
—Marcel Proust, El tiempo recobrado
En ningún momento como el de ahora se habían tendido tantos puentes entre la neuorofisiología y la literatura, tal vez porque no se habían difundido tanto los estudios de Gerald Edelman, Israel Rosenfield y Oliver Sacks. Pero lo cierto es que si hoy en día se empalman los descubrimientos de los neurólogos con las percepciones de Marcel Proust y Primo Levi, en lo que toca a la forma en que opera la memoria, es porque la neurobiología y la literatura tienen algo en común: la pregunta sobre el modo en que reaccionan los cinco sentidos (el gusto, el olfato, la vista, el tacto y el oído). Narradores y científicos coinciden en que la memoria (fragmentada, incompleta, intermitente) no se presenta ni sucesiva ni cronológicamente sino en ráfagas como las de los sueños, en un no tiempo, y siempre dentro de un contexto emocional. A partir del miedo, el coraje, la ternura, la envidia, los celos, el pánico, el placer, la ansiedad.
En La invención de la memoria, un libro de 1988, Israel Rosenfield sostiene que la memoria no es un almacén ni un archivo. No hay ningún lugar en el cerebro en el que gire un disco duro o se reproduzca una cinta magnetofónica. No es un sistema alámbrico o inalámbrico ni radiofónico. Al cerebro hay que tratar de comprenderlo en términos biológicos y no mediante analogías con la electrónica o la cibernética.
La memoria no reproduce: inventa. Recategoriza. Reclasifica. La memoria no es la repetición exacta de una imagen en el cerebro, sino una recategorización en el insondable cosmos de la bioquímica y el metabolismo cerebrales. Cada persona es única; sus percepciones son creaciones, y su memoria es parte de un continuo proceso de la imaginación. Recordar es organizar en categorías el mundo que nos rodea. Es una reconstrucción imaginativa de manera nueva y sorprendente donde se confunden los diferentes sistemas de percepción sensorial (el gusto y la vista, el olfato y el oído, el oído, en ese orden y en otros).
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