Las emociones y el cerebro
Se ha otorgado el premio Príncipe de Asturias al neurólogo Antonio Damasio (Lisboa, 1944). El investigador portugués en realidad he hecho carrera en Iowa, Estados Unidos, y en el Instituto Salk de la Universidad de California en La Jolla, uno de los centros más productivos en el campo de las neurociencias.
Lo que nos ha venido a decir la neurobiología contemporánea es que nada está separado, mucho menos todo lo que se mueve en el campo de nuestra bioquímica o de nuestra biofísica. ¿Qué novedad hay en todo esto? Antes, en los tiempos de Descartes, se creía que para pensar bien había que pensar con la “cabeza fría”, distanciada de las emociones. Pero ya en estos últimos veinte años en que la neurobiología nos ha deparado más descubrimientos que los que se acumularon en sus cien años anteriores se ha empezado a establecer fehacientemente que la emoción juega un papel muy importante al momento de decidir. Es más: se piensa mejor y se decide mejor si la emoción está a tono con el pensamiento más racional.
Suponen los neurobiólogos, y entre estos destaca Antonio Damasio, que el cerebro siente sus emociones porque una emoción promueve ciertos cambios en todo el cuerpo humano, sin excluir por supuesto al cerebro.
Ya lo había advertido así Antonio Damasio en su primer libro Sentir lo que sucede (Editorial Andrés Bello, Santiago, 2000) y en otros estudios sobre las zonas cerebrales involucradas en la conducta y en la toma de decisiones, en especial en los procesos de emoción y elaboración de los sentimientos, pero también en la memoria y el lenguaje.
Ya lo había reconocido Sigmund Freud: “No hay memoria sin contexto emocional.” Recordamos mejor las cosas que estuvieron relacionadas con el miedo, la violencia, la alegría.
A Damasio se le dio también el premio porque sus estudios están sirviendo para investigar el Parkinson y el Alzheimer. Director del Departamento de Neurobiología de la Universidad de Iowa, Damasio es el primer portugués que recibe el premio Príncipe de Asturias. Según uno de los científicos que lo propuso, Francisco Mora, en Madrid, “la trascendencia del trabajo de Damasio reside en la demostración de que las áreas emocionales del cerebro participan en la conducta humana. En la toma de decisiones opera inicialmente la emoción. Después, cuando se tiene esta primera impronta emocional, actúa el razonamiento matizando cuál es la mejor opción”.
Podría pensarse que los libros de Damasio están más en la elaboración especulativa, más cercana a la filosofía que a la ciencia, pero no: tienen un sustento de laboratorio y, desde luego, para nada se ofrecen como ensayos literarios como sus títulos podrían hacer pensar.
Cuando en el año 199 apareció Sentir lo que sucede junto con otros colegas presentó un estudio del cerebro que respalda sus teorías. Los científicos examinaron la actividad cerebral de 41 personas que experimentaban tristeza, felicidad, indignación o temor al recordar ciertos acontecimiento de sus vida. Centraron su indagación en las zonas cerebrales capaces de percibir cambios en el organismo o en el propio cerebro. Los resultados demostraron que cada emoción ocasiona una pauta de actividad diferente en esas zonas cerebrales, como indicio de que tales pautas son clave para la percepción de las emociones.
En El error de Descartes (también de la chilena editorial Andrés Bello), Antonio Damasio cuestiona, pues, los postulados de René Descartes, que escribió sobre las pasiones en el siglo XVII. Este libro fue el que le acarreó su primera fama (1994). Discrepa de Descartes en el sentido de que en el principio fue el ser, posteriormente el pensar. Soy, luego pienso. Según Damasio no hay por qué separar el cuerpo de la mente. Y con esa premisa se ha puesto a explorar la neurología de la visión, la memoria, y el lenguaje, en una época en que todavía se sigue creyendo que el cerebro es una suerte de terra incognita.
Su conclusión es que las operaciones más refinadas de la mente no están separadas de la estructura y el funcionamiento del organismo biológico, ya que el cerebro y el resto del cuerpo constituyen un organismo indisociable integrado por circuitos reguladores bioquímicos y neurales (de neuronas) que se relacionan con el ambiente exterior como un conjunto.
Finalmente el más reciente libro de Damasio está catalogado bajo el título de En busca de Spinoza, publicado en 2003. Lo que del filósofo Baruch Spinoza le atrajo a Damasio fue el modelo de la mente que elaboró el filósofo en el siglo XVII y sobre todo su tendencia a referirse no a la mente desnuda o autónoma sino a un concepto que él expresaba con las palabras mente-sentimiento.
Otro aspecto atractivo de las teorías de Damasio y de otros neurobiólogos ‑que se dedican a investigar el funcionamiento del cerebro—, es que sus textos científicos encuentran lectores no especializados, seres comunes y corrientes con un mínimo de curiosidad y preparación. También, en otros ámbitos académicos, se ha podido establecer que las personas en estado vegetativo experimentan emociones y que el verdadero órgano del amor es el cerebro.
Lo que nos ha venido a decir la neurobiología contemporánea es que nada está separado, mucho menos todo lo que se mueve en el campo de nuestra bioquímica o de nuestra biofísica. ¿Qué novedad hay en todo esto? Antes, en los tiempos de Descartes, se creía que para pensar bien había que pensar con la “cabeza fría”, distanciada de las emociones. Pero ya en estos últimos veinte años en que la neurobiología nos ha deparado más descubrimientos que los que se acumularon en sus cien años anteriores se ha empezado a establecer fehacientemente que la emoción juega un papel muy importante al momento de decidir. Es más: se piensa mejor y se decide mejor si la emoción está a tono con el pensamiento más racional.
Suponen los neurobiólogos, y entre estos destaca Antonio Damasio, que el cerebro siente sus emociones porque una emoción promueve ciertos cambios en todo el cuerpo humano, sin excluir por supuesto al cerebro.
Ya lo había advertido así Antonio Damasio en su primer libro Sentir lo que sucede (Editorial Andrés Bello, Santiago, 2000) y en otros estudios sobre las zonas cerebrales involucradas en la conducta y en la toma de decisiones, en especial en los procesos de emoción y elaboración de los sentimientos, pero también en la memoria y el lenguaje.
Ya lo había reconocido Sigmund Freud: “No hay memoria sin contexto emocional.” Recordamos mejor las cosas que estuvieron relacionadas con el miedo, la violencia, la alegría.
A Damasio se le dio también el premio porque sus estudios están sirviendo para investigar el Parkinson y el Alzheimer. Director del Departamento de Neurobiología de la Universidad de Iowa, Damasio es el primer portugués que recibe el premio Príncipe de Asturias. Según uno de los científicos que lo propuso, Francisco Mora, en Madrid, “la trascendencia del trabajo de Damasio reside en la demostración de que las áreas emocionales del cerebro participan en la conducta humana. En la toma de decisiones opera inicialmente la emoción. Después, cuando se tiene esta primera impronta emocional, actúa el razonamiento matizando cuál es la mejor opción”.
Podría pensarse que los libros de Damasio están más en la elaboración especulativa, más cercana a la filosofía que a la ciencia, pero no: tienen un sustento de laboratorio y, desde luego, para nada se ofrecen como ensayos literarios como sus títulos podrían hacer pensar.
Cuando en el año 199 apareció Sentir lo que sucede junto con otros colegas presentó un estudio del cerebro que respalda sus teorías. Los científicos examinaron la actividad cerebral de 41 personas que experimentaban tristeza, felicidad, indignación o temor al recordar ciertos acontecimiento de sus vida. Centraron su indagación en las zonas cerebrales capaces de percibir cambios en el organismo o en el propio cerebro. Los resultados demostraron que cada emoción ocasiona una pauta de actividad diferente en esas zonas cerebrales, como indicio de que tales pautas son clave para la percepción de las emociones.
En El error de Descartes (también de la chilena editorial Andrés Bello), Antonio Damasio cuestiona, pues, los postulados de René Descartes, que escribió sobre las pasiones en el siglo XVII. Este libro fue el que le acarreó su primera fama (1994). Discrepa de Descartes en el sentido de que en el principio fue el ser, posteriormente el pensar. Soy, luego pienso. Según Damasio no hay por qué separar el cuerpo de la mente. Y con esa premisa se ha puesto a explorar la neurología de la visión, la memoria, y el lenguaje, en una época en que todavía se sigue creyendo que el cerebro es una suerte de terra incognita.
Su conclusión es que las operaciones más refinadas de la mente no están separadas de la estructura y el funcionamiento del organismo biológico, ya que el cerebro y el resto del cuerpo constituyen un organismo indisociable integrado por circuitos reguladores bioquímicos y neurales (de neuronas) que se relacionan con el ambiente exterior como un conjunto.
Finalmente el más reciente libro de Damasio está catalogado bajo el título de En busca de Spinoza, publicado en 2003. Lo que del filósofo Baruch Spinoza le atrajo a Damasio fue el modelo de la mente que elaboró el filósofo en el siglo XVII y sobre todo su tendencia a referirse no a la mente desnuda o autónoma sino a un concepto que él expresaba con las palabras mente-sentimiento.
Otro aspecto atractivo de las teorías de Damasio y de otros neurobiólogos ‑que se dedican a investigar el funcionamiento del cerebro—, es que sus textos científicos encuentran lectores no especializados, seres comunes y corrientes con un mínimo de curiosidad y preparación. También, en otros ámbitos académicos, se ha podido establecer que las personas en estado vegetativo experimentan emociones y que el verdadero órgano del amor es el cerebro.
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